(Sin título)
- Relatos alcohólicos - UTA
- 28 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 feb 2019
Alejandra tenía 18 años cuando decidió estudiar en la universidad en otra ciudad y vivir sola. Todo inició para ella como una aventura llena de emociones, con mucha libertad, fiesta, muchos amigos y muchos excesos.
Ella siempre me dijo que el alcohol nunca traía tragedias, que al contrario, traían amigos y felicidad. Que los estragos que causaba una borrachera la podía curar otra. Siempre me pregunte si era verdad. Pero ella vivió de borrachera en borrachera demostrando que su teoría era verdad hasta que cumplió 22 años y algo fuera de lo normal pasó.
Un día se despertó junto a una persona que no conocía, completamente desnuda, con mucho dolor en todo su cuerpo y un vacío que no le cabía en el pecho. No recordaba absolutamente nada de lo que había pasado, recogió sus cosas y se marchó, sentía miedo y vergüenza así que no se lo dijo a nadie, pero su cuerpo sabia la verdad, algo malo había sucedido, tenia marcas por todo su cuerpo, no podía hablar ni caminar sin sentir dolor.
Semanas más tarde cuando su dolor no se detenía fue a un médico, él con voz muy suave le preguntó, ¿fuiste abusada?, ella agacho la cabeza – no lo recuerdo –. Tienes moretones por todo el cuerpo y desgarrado tu interior.
Salió de ahí con lágrimas en los ojos repitiéndose a sí misma, muy convencida que eso no le volvería a pasar, que se alejaría del alcohol, pero la vida es caprichosa y los seres humanos no aprendemos de nuestros errores.
Vivía sola y cada que estaba sobria sentía que la soledad se la comía, entró en un mundo que la había desgarrado el alma, incluso hundido en la depresión, pero ella no podía dejarlo, seguía cayendo una y otra vez. Entonces pensé, eso no le pasa a todo el mundo, hay gente que ha logrado salir.
Pero quería ser optimista, la realidad me había demostrado que las personas que entran en ese estilo de vida, nunca acaban de salir, entran en un ciclo de vida muy extraño donde intentan parar porque saben que están destruyéndose, pero no pueden detenerse porque disfrutan de sobremanera los excesos y las emociones que esto causa. Entonces buscan una manera que los enganche a la realidad y no regresar. Se unen a iglesias, a grupos de apoyo, buscan pareja..., pero nunca acaba de ser suficiente y se sienten incompletos constantemente.
El gordo y la Flaca
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