Carlos Alfonso, un joven de Ambato
- Relatos alcohólicos - UTA
- 28 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 feb 2019
Edad: 25 años
Carlos Alfonso era un muchacho que vivía con sus abuelos porque sus padres lo abandonaron desde pequeño. Él tenía una vida poco descontrolada hasta que sus abuelos fallecieron y comenzó su libertinaje. Al llegar los fines de semana las fiestas, las mujeres y el alcohol eran su pasatiempo favorito.
Con el pasar del tiempo su rutina se volvió más intensa y las farras, la joda y la chuma se alargaban dos, tres y hasta cuatro días, consiguiendo que lo votaran de su empleo.
Un viernes después de salir de un partido de fútbol Alfonso invitó a sus amigos a un bar para tomarse unas bielas. Pasaron las horas y uno de sus amigos se despidió, pero para Alfonso y su amigo las cervezas iban y venían mientras observaban que dos mujeres de cuerpo perfecto se les acercaron para compartir la mesa y el alcohol.
Al tornarse el bar muy lleno, las mujeres les proponen irse a un lugar más privado y tranquilo, algo que para Alfonzo y su amigo les pareció una idea fantástica. Mientras caminaron se encontraron una licorera para comprar más alcohol, doblaron en una esquina por la que les direccionaba a un encuentro que marcaría sus vidas.
Una de las mujeres les propone repartir el trago, a lo que ellos aceptaron y sin pensarlo dos veces bebían lo que les daba. Alfonzo se percata que su amigo se empieza a tambalear y él también se sentía mareado pues sus bebidas obviamente tenían algo. Avanzó a observar que un auto se estacionaba junto a ellos y unos tipos se bajaron a insultarlos y por consiguiente empezaron a golpearles tratando de meterles al auto con la ayuda de las mujeres. En ese forcejeo Alfonso logra escaparse y correr sin rumbo pues su mente ya no estaba consciente como para pedir ayuda o regresar por su amigo.
Al despertar Alfonso se dio cuenta que se encontraba en un hospital mientras los doctores le decían a sus familiares que la policía lo encontraron votado y en su cuerpo tenía altos niveles de drogas. Él, lo único que pidió fue llamar a su amigo o familiares a ver si se encontraban bien, a lo cual recibió la noticia de que lo encontraron muerto.
Desesperado busco ayuda profesional y logró dejar el alcohol, pero siempre recordará a su amigo, pues se tatuó y marcó en su piel su nombre y la fecha de aquel fatídico día que lo perdió a causa del alcohol y sus malas decisiones.
Diego Piko
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