(Sin título)

“Armando” es un joven de 25 años, estudia en el sexto semestre de la carrera de Ingeniería Mecánica de la Universidad Técnica de Ambato. Él y sus compañeros de curso terminaron el primer parcial después de mucho esfuerzo y desveladas, y como es de costumbre, no solo en esta carrera sino en gran parte de todas, decidieron reunirse en su casa al finalizar clases para festejar el término del parcial.

No había una razón exacta ya que aun no se conocían las notas de ninguno, pero el que hubieran culminado era razón suficiente para que gran parte del curso se reuniera.

Una vez todos juntos como era obvio, Armando y sus compañeros hicieron una recolecta para ir a por las dos primeras botellas del día. Esto era totalmente necesario y casi obligatorio, no existía otra forma de divertirse y pasar un buen rato, o tal vez lo había pero es que sin la presencia del alcohol ninguna de ellas tenían validez.

Mientras los delegados fueron a realizar la compra en la licorería más cercana, los demás presentes esperaban entre risas y conversas que de a poco iban terminando. Después de la ansiada llegada de quienes habían ido, una tras otra botella iban terminando y la diversión y euforia iban aumentando. Cada vez más bulla y algarabía podía notarse, así de a poco la conciencia de cada uno de los presentes se fue perdiendo en medio de risas y buenas conversas.

La pequeña reunión entre compañeros se fue alargando más y más. Comenzaron a llegar personas desconocidas pero como los efectos del alcohol encima parecía un echo menor, pues en ese punto más personas significaban más dinero y por ende más alcohol para seguir en la fiesta.

Ya era cerca de la media noche, las personas dentro de la fiesta no disminuían, al contrario, cada hora eran más, pero ya no importaba, el alcohol había hecho lo suyo entre risas, baile, tragos por todas partes, la fiesta parecía no tener fin,. Llegado un punto entre las 3 y 4 de la mañana sonó una alarma por la afueras de la casa, todos asustados comenzaron a dejar la casa. Evidentemente era la policía, que fue advertida por los vecinos del lugar que se quejaron por el fuerte ruido de la música. La autoridad habló con Armando, dejándolo con una advertencia, ocasionándole el primero de sus problemas.

Muy cansado y sobre todo con las copas encima se fue a la cama a descansar un poco después de tal celebración. A la mañana siguiente y aun con los efectos del alcohol encima, Armando se da cuenta que su hogar quedó demasiado caótico, nada estaba en su lugar, una mezcla de diferentes aromas se percibían allí dentro y ninguno era agradable.

Uno a uno los caídos en la “pequeña reunión” iban levantándose reviviendo con caras de asustados de no estar en sus hogares, otros sin el conocimiento de saber cómo llegaron hasta ahí, la situación era del todo negativa. Finalmente y después de una limpieza exhaustiva Armando se dio cuenta que varios de sus objetos más valiosos le hacían falta, sin derecho a reclamar a nadie pues está allí solo y con la conciencia de que no pudo controlar lo sucedido, resignado y con mucho dolor siguió limpiando esperando que nada más le haga falta...

Daniel Bustillos

Marcos Silva