Margarita tiene 18 años y tiene la ilusión de ser modelo desde niña, ha participado en concursos de belleza, su madre en su juventud había querido ser modelo y por eso la presionaba tanto para concursar y ganar, siempre se aseguraba de que la imagen de su hija fuera lo que se requiere en el mundo del modelaje.
Vigilaba sus hábitos alimenticios rigurosamente, prohibiéndole comer grasas, carbohidratos y dulces, para complementar su preparación, preparaba rutinas de ejercicios muy estrictas.
Una tarde en el gimnasio, un chico le habló de un concurso en el que seleccionarían modelos y las llevarían a una agencia internacional, Margarita decidió entrar a la competencia y con esto, su madre se volvió aún más exigente, pues se trataba de la oportunidad de su vida. Aplicó métodos más rigurosos de dieta y ejercicio, los días pasaban y el concurso estaba más cerca, por lo que la presión hacia Margarita hizo que dejará de comer, su padre se dio cuenta de esto y habló con ella para que se alimentase de manera sana, un concurso no era motivo para dejar de comer, Margarita pues no quería contrariar a su padre, pero vomitaba a escondidas, sabía que no podía subir de peso después de tanto sacrificio.
Un día, entre los repasos para el evento, se desmayó, en el hospital el doctor habló con sus padres y luego de unos exámenes les dijo que su hija presentaba un trastorno alimenticio y les mencionó de un centro en el que podían darle ayuda.
Solo así su madre entendió que debía dejar de presionarla, porque la salud de su hija era más importante que el modelaje. Margarita también se dio cuenta de que no se trataba de tener una apariencia basada en estereotipos, no necesitaba ser modelo para ser bonita.
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