Cierto día Rebeca se levantó una mañana como cualquier otra, se miró al espejo y notó varios cambios en ella y se dijo a sí mismo:
-Mi rostro ha cambiado, todo en mí ha cambiado, pero tengo salud y soy feliz.
Una mañana de miércoles, en su clase de Educación Física, la maestra tomó el peso y la talla de todos sus alumnos y notó que ella era la que más peso tenía de todos, se sintió mal y cuando llegó a su casa le contó a su madre y ella le dijo:
-Tú no estás gorda, estás rellenita de amor.
Rebeca se sintió un poco mejor, pero luego se encerró en su cuarto y se dijo:
-No quiero estar con este peso, no me gusta, lo aborrezco.
Su madre le gritó que bajé a cenar y ella le dijo que no tenía apetito y la madre comprendió. Al día siguiente le llamó a comer y ella le dijo que no tenía nada de hambre y la madre le dijo que eso no es normal que tenía que comer porque podía enfermarse de no hacerlo.
Ella le dijo a su madre que estaba gorda, que no se sentía bien y que sus compañeros se burlaban de ella por tener sobrepeso. Con el tiempo, Rebeca empezó a vomitar todo lo que consumía hasta que un día la madre se dio cuenta y trató de ayudarla.
Ella buscó ayuda profesional para poder tratar su caso de bulimia y la ayudaron con gusto. Al pasar los meses ella notó grandes cambios y se sentía conforme con lo que había logrado, agradeció a su madre por todo lo que hizo por ella.
Rebeca decidió dar charlas en los colegios y les hacía muy feliz, tenía el apoyo de todos y así ayudó a muchas chicas y con el pasar del tiempo formó una ONG y encontró su destino.
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