“Verla duele” escuchaba con frecuencia; era imposible entenderlos, hace unos meses les gustaba verme, era como la mejor pintura para sus ojos y yo pensaba lo mismo.
Hola, soy Zoe, un gusto conocerte, seguramente pasaste algo igual o conociste algo igual a mí. Mi vida no era diferente a la de las demás chicas de 17 años; alegres, energéticas y sí, un poco locas, ¿en qué momento cambió todo?, me pregunto.
En casa era la alegría, siempre conversando, saltando y molestando a mis hermanos, sigo sin saber cómo llegué a este momento…
Seguramente fue cuando no acepté esa galleta o quizá cuando no comí mi pastel de cumpleaños, no lo sé…
Pero hace un año me operaron del apéndice y no comí nada por cuatro días, solo líquidos era mi dieta, cuando me recuperé regresé a la escuela y todos me miraban, ya no pasaba desapercibida, el pasillo se me hizo eterno y un poco incómodo entre varias miradas, llegué a mi puesto y claro, ahí estaba mi grupo haciendo relajo como siempre; Joy fue la primera en verme, con gritos y abrazos me recibieron, estaba feliz de volver, a pesar de que no quería tener clases de física.
En fin… todo el día no paré de recibir halagos de profesores, compañeros y hasta de Don Juanito, el conserje.
Esa semana que no comí, reduje mucho de peso y me sentía bien; tenía más energía, incluso corrí más que antes en educación física.
En ese momento me di cuenta de que podía cambiar mi vida, ya saben… ser “más saludable”; entonces me inscribí en el gimnasio, dejé de comer golosinas y grasas.
Los halagos aumentaron a medida que pasaba el tiempo; aumenté mis rutinas, comía menos y así eran mis días; agua, poca comida y abundante ejercicio.
Después de dos meses, mi madre empezó a preocuparse por mí, pero no le di importancia; me sentía bien y sabe que era lo mejor… ¡ya tenía novio!, sí chicas, mi crush se fijó en mí.
Cada día tenía menos hambre y energía, la verdad pensé que era del cansancio por los exámenes parciales, pero Ian, mi novio, no quería saber de mí porque en el pase que fuimos con el curso, no entré a la piscina, pero era porque estaba enferma; él no me entendió y me dijo que seguramente era porque estaba gorda.
En fin, Ian se alejó de mí y no quise saber nada de nadie; cambié, eso dicen.
Me desmayé en el baño el día que desperté pronto para ir a clases, era un día importante en el colegio. El caso es que falté al día del chocolate, una fecha especial, pero no precisamente porque quería tomarlo, sino porque era un día sin clases, único para conversar con todas mis amigas.
Empecé a frecuentar el hospital, se caía mi cabello, no sabía lo que pasaba conmigo, pero el doctor me dijo que tenía anorexia y estaba al borde de acabar con mi vida.
Mis padres y mi familia me apoyan constantemente, pero, a pesar de ello, no puedo contra esta enfermedad; ahora solo pienso en el día en el que todo comenzó, porque el final duele más que el inicio.
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